Ferrari, la mítica marca del Cavallino Rampante, es conocida a nivel mundial por crear los bólidos más increíbles e exclusivos desde hace años. Pocos conocen que la marca con sede en Maranello quiso ingresar al mundo de las motos. La marca contrató al diseñador británico David Kay, quien fue el encargado de crear la Testarossa.
Esta pieza era la única que faltaba para poder saciar a todos los grandes usuarios capaces de acceder a un Ferrari. Al crear esta maravilla, lo que no se vieron venir fue la caída de su precio por la falta de demanda.
El responsable de diseñar la Testarossa fue estrella de la MV Agusta, una empresa de motos que tuvo su momento de gloria a mediados del siglo XX y que luego se especializó en objetos de lujo. En los tempranos años 90, meses después de la muerte de Don Enzo Ferrari, quiso rendirle un homenaje con sus propias manos y para eso, pidió permiso al heredero. Piero Ferrari lo otorgó y, después de 3.000 horas de trabajo artesanal, el vehículo salió a la calle.
Al principio, causó cierto furor, pero más tarde su reputación fue restringida a un reducido círculo de especialistas. Las subastas fueron pasando hasta que un comprador, por un rebajado precio, logró adquirir la Testarossa.
La historia del fracaso
La firma de Don Enzo se convirtió en un imperio desde 1947. El éxito de sus autos deportivos en las pistas era infalible y el fundador ya había comenzado a trabajar con la escudería de Alfa Romeo. Resultaba un poco extraño que una marca icónica del país europeo, una Italia en la que aún hoy es usual ver scooters y ciclomotores por sus ciudades y pueblos, no tenga su línea de producción de motos.
En los años treinta, el fundador dirigía un equipo de motos e incluso llegó a correr con una Scott de dos tiempos. Más tarde, en los cincuenta el recio capo demandó a una pequeña empresa que fabricó motos con el apellido Ferrari en su carrocería. Se trataba de Meccanica Italiana Fratelli Ferrari. De esta manera, logró que le pagaran una indemnización por lo ocurrido y así los hermano debieron cerrar su fábrica en 1956.
Para agosto de 1988, Don Enzo murió y nunca logró ver una moto oficial de su marca. Y las amarguras continuaron.
Durante la producción de la Testarossa, la marca evaluó la posibilidad de colaborar con Cagiva para insertarse en el mundo de MotoGP, pero los malos resultados del prototipo dieron de baja la idea. A pesar de todo la creación de la Testarossa pudo darse.
Piero, en una carta escrita a puño y letra, le contestó a David Kay: “Le concedo la aprobación para colocar la insignia en su motocicleta”. Así fue como comenzó el armado de la moto Ferrari, Testarossa.
Eran los últimos años como jede de diseño de MV Agusta, el negocio familiar, del diseñador Kay. Con la marca Ferrari dedicada al negocio de lujo, se embarcó en proyectos paralelos de él. Uno de ellos fue la creación-homenaje que tenía reservada para el personaje más importante de la industria de deportivos italianos.
Le llevó 3.000 horas de trabajo artesanal, sabiendo que tenía un único intento. Para tocar la fibra emocional de todo amante del Cavallino Rampante, retomó para la carrocería las líneas de la Testarossa, ese clásico con diseño de Pininfarina que entre 1984 y 1996 vendió más de 7 mil unidades.
En el carenado de las ruedas se veía la continuidad y en las suaves curvas que le daban agilidad. El armazón de aluminio corrió por cuenta de Terry Hall, quien también confeccionó los caños de escape que se prolongaban de a pares en ambos lados.
En el equipamiento se extendió la apuesta, ya que el motor era unos cuatro cilindros de 900 cc, con caja de cinco velocidades. La potencia llegaba a los 105 CV a 8.800 rpm y aceleraba hasta los 265 km/h. Además, llevó una horquilla invertida Forcelle Italia, frenos de disco Brembo y llantas especiales Astralite de 17 pulgadas. Todos los elementos fueron de primer nivel, aunque sin adentrarse en detalles agresivos.
En 1995 finalizó con su obra. Esta, estaba destinada a ser una pieza codiciada por todos los fanáticos de la marca, aunque eso no pasaría. Se presentó en el Classic Bike Show. A pesar del revuelo y el interés inicial de revistas especializadas de todo el planeta, la Ferrari 900, de 172 kilos, vivió en la sombra durante años.
Kay, invadido de frustración, vio como fueron pasando varias subastas sin éxito alguno por la bicilíndrica que estaba cerca de los 300 mil euros. Finalmente, en 2012, aunque con una importante rebaja en su precio, un comprador se la llevó por 100 mil euros.
Así fue como, después de tantas horas de labor, un trabajo exhaustivo de diseño, y la ilusión que implicaba, la Testarossa, la única moto Ferrari del mundo, fue vendida a tres veces menos de su valor oficial.