En la mecánica de un vehículo, la correa de distribución ocupa un rol fundamental: se encarga de mantener la coordinación exacta entre el cigüeñal y el árbol de levas, lo que permite que las válvulas se abran y cierren en el momento justo. Esta sincronización es lo que garantiza que el aire, el combustible y los gases de escape circulen adecuadamente por el motor.
Cuando la correa se daña o se rompe, el impacto puede ser severo: los pistones y válvulas pueden chocar entre sí, generando fallas catastróficas y reparaciones muy costosas. Por eso, mantenerla en buen estado es una prioridad para cualquier conductor.
1. Respetá el plan de reemplazo indicado por el fabricante
Cada marca fija un intervalo específico para cambiar la correa, que puede variar entre los 60.000 y los 160.000 kilómetros, o bien entre 4 y 7 años. No hay que confiarse: seguir el manual del vehículo es la forma más segura de evitar sorpresas desagradables.
2. Conducí de manera suave y progresiva
Una conducción agresiva, con aceleraciones o frenadas bruscas, somete a la correa a esfuerzos adicionales que aceleran su desgaste. Cambiar de marchas con suavidad y evitar exigencias innecesarias al motor ayuda a preservar su vida útil.
3. Prestá atención a ruidos extraños o vibraciones
Golpeteos, zumbidos o vibraciones que provienen del motor pueden ser señales de alerta. La correa puede estar floja, dañada o mal tensada. Ante la mínima sospecha, lo recomendable es llevar el auto al taller y que lo revise un especialista.
4. Controlá posibles fugas de aceite o refrigerante
Estos fluidos, si entran en contacto con la correa, deterioran su estructura. Una revisión periódica de mangueras y juntas es clave para detectar filtraciones a tiempo y evitar daños indirectos en este elemento vital.
5. Reemplazá también poleas y tensores, junto a la correa de distribución
No basta con cambiar solo la correa: los tensores y las poleas deben renovarse en el mismo servicio. Si alguno de estos componentes falla, puede provocar la rotura anticipada de la correa nueva, arruinando el trabajo previo.
Seguir estos simples consejos no solo ayuda a mantener el motor funcionando con precisión, sino que también puede evitar reparaciones mayores que impliquen una inversión mucho más alta. La prevención, una vez más, es la mejor herramienta del automovilista.